Espacios para familias en los museos, espacios para la buena educación

En cuestiones de protocolo, etiqueta, urbanidad, buenos modales o, en definitiva, buena educación para niños, que es lo que realmente se trata habitualmente bajo todos estos epígrafes, seguimos cayendo muchas veces en el típico tópico de reducir el protocolo dirigido a los más pequeños a una serie de normas (también muy típicas) de “buena educación”.

No voy a hablar ahora de Protocolo o Etiqueta para niños, temas que hemos abordado en otras ocasiones. Hoy toca hablar de buena educación, buenos modales, de esa urbanidad bien entendida que no se aferra al pasado y que trata de facilitar la convivencia en sociedad permitiendo que personas de toda edad y condición puedan convivir sin problema en espacios aptos para todos.

Como madre, educadora y “protocolista”, reconozco que en lo que a la buena educación de los hijos se refiere, los padres debemos asumir la responsabilidad que nos toca (que no es poca), pero os confieso que también leo con cierto escepticismo algunas de las recomendaciones habituales que se hacen sobre estos temas en forma de una serie de innumerables listas de normas que los padres debemos imponer a los hijos con el único fin de no molestar a los demás, principalmente a esos adultos que nunca pierden la compostura…

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Por supuesto, creo en las normas, en los límites y en la necesidad de utilizarlos con el fin de favorecer el respeto de los más pequeños hacia los demás, hacia su entorno y, fundamentalmente, hacia ellos mismos. Ese respeto exige unas normas y unos límites que deben adaptarse a cada situación, ya que no le puedes exigir lo mismo a un niño de dos años que a uno de ocho, ni poner el mismo tipo de normas en un club deportivo que en una biblioteca.

Los padres tenemos la responsabilidad de establecer normas y poner límites a nuestros hijos y, predicar con el ejemplo es sin duda un gran paso para conseguirlo, por supuesto sin perder de vista la paciencia, la constancia y la dedicación que nuestros hijos merecen. Pero de poco sirve toda esa dedicación si no recibimos un poco de ayuda externa, sobre nosotros recae toda responsabilidad de la “buena educación” y especialmente de la falta de ella, porque si alguien detecta un “mal comportamiento” o un “incumplimiento” de cualquiera de esas “normas típicas” rápidamente la culpa es de los padres.

Cumplir las normas y respetar los límites no es tan sencillo, ni siquiera para los adultos. Cómo decirle a un niño que no debe cruzar en rojo cuando está viendo que los demás lo hacen, en ese caso los padres debemos pedirle comprensión y explicarle que el adulto tiene prisa por cruzar y que es capaz de hacerlo sin peligro porque no hay ningún coche cerca. Sí, sí, comprensión hacia esos “incumplimientos” cotidianos que muchos adultos cometemos, padres y no padres.

Por eso, los padres, agradecemos la iniciativa de quienes favorecen la convivencia sin necesidad de recordarnos constantemente nuestro deber de imponer normas, sino facilitando de forma didáctica y amena la aplicación de las mismas. Visitar un museo requiere una serie de normas de comportamiento que favorezcan el respeto al espacio, a las obras que contiene, a los visitantes y a las personas que están allí trabajando. No tocar aquello que se puede estropear, hablar en un tono de voz adecuado, caminar con tranquilidad para poder admirar y disfrutar de todo lo que el mueso nos ofrece, son normas básicas que toda persona debería cumplir.

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Espacio familiar y educativo en CaixaForum para la exposición «Andalucía en el imaginario de Fortuny»|Foto @abegea

La curiosidad de un niño le invita a tocar todo aquello que ve, su entusiasmo puede elevar su tono de voz más de lo deseado y su inquietud le hace moverse a una velocidad que puede entorpecer el paso de quien ya ha comprendido que detenerse y contemplar una obra con tranquilidad también nos puede hacer vibrar.

Por eso, agradecemos encontrar espacios en los museos  donde los niños puedan tocar, crear y entender que, de vez en cuando, hay que detenerse para asimilar lo que estamos viendo y aprendiendo. Todo ello, sin perder, además, la capacidad de disfrutar, favoreciendo que su comportamiento se adecue a las necesidades de un espacio que cuenta con ellos, que respeta sus tiempos y necesidades, integrándolos como una parte más de ese museo al que ya no se acercan con recelo, al que poco a poco se irán asomando con la serenidad que la madurez aporta.

Estos espacios para niños son ideales para toda la familia, ya que ayudan a los más pequeños a ir asimilando esas normas que los padres tratamos de inculcarles, principalmente,  por que favorecen la convivencia entre quienes saben respetar los tiempos y necesidades de los demás, sin anteponer o imponer las suyas propias.

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Espacio Familia CaixaForum adaptado para la exposición «Los Pilares de Europa. La Edad Media en el British Museum»|Foto @abegea

 

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